Siete personas son condenadas a navegar sin rumbo fijo ni posibilidades de regreso. Fue el castigo impuesto por la ley de un país donde no había mucha predisposición a tolerar lo distinto, lo personal, ni lo que pudiese incomodar al orden establecido.
Bajo sentencias de dudosa justicia, los protagonistas de esta historia se convierten así en los tripulantes de Casandra, una embarcación que los hará convivir entre ellos, en un extraño confinamiento donde paradójicamente pueden vivir liberados del sistema que los oprimía; por fin logran ser ellos mismos sin rendir cuentas a nadie.
Asintopía no es una tierra prometida a donde llegar, simplemente porque no pertenece a ninguna geografía. No es un conjunto de ideas para la construcción del mundo ideal, porque la civilización ha hecho que eso sea imposible.
Tampoco tiene que ver con lo distópico, ya que los protagonistas de esta historia no se oponen a lo utópico. En todo caso critican la distopía, para aspirar a un mundo carente de síntomas que reflejen miserias ocultas que se volvieron condenatorias en manos de quienes detentan el poder avalados por una mayoría que no admite desviaciones a la norma.
La asintopía lleva consigo desesperanza por saber que marchar hacia una utopía es inútil, y que volver atrás para desandar los malos pasos es imposible porque la sociedad no admite salirse de los carriles prestablecidos.
Es la sensación que experimenta este puñado de personas, seguramente inocentes para el sentido y la sensatez que estén despojados de toda animosidad, pero que han devenido en seres réprobos, marginales y expulsados al destierro.
Dentro de este escenario, cómo hacer para seguir pensando en un mundo deseable?
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